Parce, con estos mercados tan locos como están hoy —velas pa’ arriba, pa’ abajo, mechas que parecen machetazos— vale la pena sentarse un momentico y hacerse una pregunta incómoda:
¿por qué carajos nos cuesta tanto poner un stop loss, aun sabiendo que existe, que está ahí, y que nos puede salvar la vida?
Y no, no es que seamos brutos ni masoquistas (bueno… a veces sí 😅).
Esto viene de más atrás.
Mire pues: el humano primitivo sí sabía poner límites. El man cazaba hasta cierto punto. Si el animal era muy grande, muy rápido o muy peligroso, decía: “no papi, hoy no”. ¿Por qué? Porque arriesgar de más era morirse. Punto.
El límite era la supervivencia.
Pero cuando el humano se volvió sedentario, cuando empezó a sembrar, a guardar comida, a pensar en “mañana”, algo cambió. Empezamos a creer que todo es recuperable, que “más tarde se arregla”, que “eso ahorita da la vuelta”.
Y ahí nació el peor enemigo del trader: la esperanza mal usada.
En el trading pasa exactamente lo mismo.
Sabes que debes poner stop.
Sabes que el nivel se perdió.
Sabes que la estructura ya cambió.
Pero tu cabeza dice:
“tranquilo… eso rebota”
“déjalo un poquito más”
“ya perdí mucho, ahora sí tiene que subir”
Y mientras tanto… sangras lento.
No de un solo tajo, no… gota a gota.
Hasta que el mercado, como buen verdugo, te pone SU límite, y créeme: ese límite duele mucho más.
Por eso, parce, en este mundo no solo se ponen stops en el gráfico.
Se ponen límites al número de operaciones.
Límites al tiempo frente a la pantalla.
Límites al apalancamiento.
Límites al ego.
Porque si no los pones tú, el mercado te los pone a la brava.
El humano sobrevivió no por ser valiente, sino por saber cuándo retirarse.
Y el trader que dura no es el más arriesgado, sino el que entiende que perder poco es parte del juego, pero perderse a uno mismo por no aceptar un stop… eso sí es una tragedia.
Así que ya sabes, parcero:
pon límites hoy,
o mañana el mercado te los va a enseñar…
pero con matrícula incluida. 😮💨📉